No siempre me han gustado The Beatles, lo mío fue una experiencia cuasi traumática un verano de mi pre-adolescencia y es que durante las vacaciones conviví diariamente con 5 demonios de mi misma edad que vestían, se cortaban el pelo y respiraban como los Fab Fours. Recuerdo que todas las tardes nos íbamos a un piso vacío que tenía uno de ellos y allí me ponían durante horas todas las canciones que tenían. Igual que Assimov en su novela EL Fin de La Eternidad, mi vida seguramente sería de otra forma si pudiese ir atrás en el tiempo y hubiera impedido que una calurosa tarde de agosto me hicieran escuchar I am The Walrus más de 20 veces para interpretar todo lo que se decía. Ese punto de inflexión llegó a mi mente como una locomotora, para instalarse hasta el fin de los tiempos dejándome sin argumentos para oponerme a esas “Nuevas Músicas”.
Mucho se ha hablado de esta coplilla, sesudos ,pseudo-vanguardistas, apocalípticos y numerólogos le han buscado mil y una interpretación, yo me quedo con la del propio Lennon.
“Lo de la «Morsa» es como un sueño; las letras no significan casi nada. La gente extrae un montón de conclusiones y es de lo más absurdo”.(Lennon 1969).
“Siempre he sido irónico, todos lo eran. Sólo porque otras personas vean significados de lo que sea... ¿Qué es lo que realmente significa: «I am the eggman»? Por lo que a mí respecta, podría haber sido una budinera. No hay que tomárselo todo tan al pie de la letra”.(Lennon 1980).
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